Fuerzas en liza, parte 2

Fuerzas en liza, parte 2

En junio, durante un recorrido del Cederla por la costa occidental de las islas británicas, submarinistas de Greenpeace determinaron la posición exacta y las dimensiones del conducto de salida. Ahora podían fabricar un dispositivo para taparlo.

El barco volvió a la zona en noviembre y, el día 14, cuatro submarinistas que tomaban muestras del fango en las cercanías del desagüe quedaron contaminados por una pasta oleosa radiactiva que salía por él. La dosis de radiación que recibieron fue 50 veces superior al nivel normal de base. Durante los cuatro días siguientes. los vientos dominantes arrastraron hacia la playa los fangos. que contenían residuos muy radiactivos, lo que obligó a prohibir durante ocho meses el acceso a una franja costera de 40 km.

Cuando el día 18 volvieron los submarinistas a taponar el desagüe descubrieron, tras 17 horas de búsqueda, que la British Nuclear Fuels Ltd (BNFL) había soldado dos barras metálicas al difusor situado al extremo de la conducción. lo que impide a Greenpeace utilizar sus tapas hechas a la medida.

En consecuencia, la acción quedó interrumpida, pero ello no impidió a la BNEL querellarse contra Greenpeace en los tribunales. La empresa ya había conseguido del Tribunal Supremo un requerimiento que impedía a Greenpeace manipular la conducción y como respuesta a su última acción, solicitaron el embargo de todos los bienes de Greenpeace, tanto en Gran Bretaña como en el extranjero.

A su vez, Greenpeace anunció que se opondría a la reclamación de la BNFL y planificó la presentación de una contra reclamación por la contaminación de sus submarinistas.

El 1 de diciembre, tras negarse por tres veces a garantizar que no manipular el conducto de desagüe, Greenpeace se encontró con que había incurrido en desacato grave, por lo que fue multada con 50.000 libras más las costas. La solicitud de embargo fue desestimada.

El 13 de enero de 1984, la BNEL obtuvo una interacción permanente contra Greenpeace en virtud de la cual la organización no podía manipular la conducción, aunque sí seguir tomando muestras en la zona. El Alto Tribunal aceptó también como pago único por la sanción impuesta anteriormente las 36.000 libras recaudadas mediante donativos públicos.

Pero el asunto no terminó aquí. El vertido radiactivo oleoso descubierto por los submarinistas de Greenpeace se debió a la combinación de errores humanos y averías técnicas, con el resultado de una emisión muy superior al nivel legalmente fijado para la central. El incidente habría pasado desapercibido si los submarinistas no hubieran estado allí cuando se produjo.

Las consecuencias legales eran obvias. El asunto se envió a la fiscalía general y en audiencia celebrada en julio de 1985, se declaró a la BNFL culpable de cuatro delitos y se le impuso una sanción de 10.000 libras, convirtiéndose en la primera entidad pública acusada de esta forma.

Acción por la paz

Durante 1983, Greenpeace realizó también activas campañas contra las pruebas de armas nucleares y pidió la reanudación de las negociaciones entre EE.UU., Gran Bretaña y la URSS para alcanzar un Tratado global de prohibición de pruebas (CTBT), que pondría fin definitivamente a las realizadas por los citados países.

El primer objetivo fue la zona de pruebas de Nevada, donde EE.UU. y el Reino Unido habían provocado más de 600 explosiones nucleares. Cuatro activistas de Greenpeace —los ingleses Harald Zindler y Ron Taylor y los norteamericanos Jon Hinck y Brian Fitzgerald— invadieron la zona en abril de 1983.

«Entramos por el lado norte de la zona de pruebas, que es casi tan grande como Rhode Island», comenta Fitzgerald. «Utilizamos mapas de minas, algunos topográficos y cartografía realizada desde satélites. Procuramos evitar las zonas señaladas como ‘radiactivas’ y de alta seguridad militar… «Dejaron el vehículo todo terreno y continuaron la marcha a pie, equipados con material de supervivencia. «Llevábamos contadores Geiger, y no detectamos valores demasiado altos. Cuando alcanzamos el objetivo, situado sobre Yucca Flats, fotografiamos los cráteres y permanecimos ocultos en la maleza. Estuvimos allí cuatro o cinco días, y por la noche oímos el ruido de los helicópteros. Esperamos a que se realizará la prueba, pero como se retrasaba y empezamos a quedarnos sin agua, decidimos continuar. Avanzamos hacia la zona de pruebas, que recordaba el paisaje lunar, y llegamos hasta donde se estaba perforando el terreno para hacer un ensayo. Pasamos la noche en una celda. Creo que retrasamos la prueba durante un día».