Alzar el vuelo, parte 2

Alzar el vuelo, parte 2

En muchas ciudades de todo el mundo, entre ellas Estocolmo, Amsterdam y Bonn, se organizaron manifestaciones ante las embajadas japonesas, aunque la acción que logró mayor eco fue la realizada en Dinamarca. El activista de Greenpeace Michael Nielsen vendó los ojos de la sirenita del puerto de Copenhague con una bandera de Estados Unidos (en señal de protesta por la negativa de ese país a imponer sanciones a Japón) y le colocó un arpón de cartón de modo que parecía atravesada por él. Por último, sujetó a su lado una bandera japonesa ensangrentada y una pancarta que decía: «Ella también trató de salvar a las ballenas».

Estas acciones simbólicas se completaron con otras más directas cuando, en agosto, el Sirius partió para interceptar a los balleneros soviéticos en su ruta hacia el hemisferio sur.

«Lo que hicimos fue entrar con el Sirius en el Mediterráneo y enviar a dos emisarios a Turquía para que permanecieran en un puente hasta avistar al buque factoría, mientras nosotros esperábamos su llamada anunciándose que los balleneros estaban en camino», comenta Nielsen. «Una mañana vimos un arponero y lo ocupamos en el centro del Mediterráneo, trepando a bordo de madrugada desde dos botes neumáticos. Uno de los hombres de Greenpeace, el español Xavier Pastor, trepó hasta la cofa. Maggie McCaw y Leo Snellink se encadenaron al pasamanos. Los soviéticos tuvieron que detener el barco y nosotros les enviamos mensajes. Tratamos de seguir al buque factoría a través del estrecho de Gibraltar, pero nos lo impidió un remolcador militar’

Atentos a la contaminación

De todos modos, en 1983 y 1984 la mayor parte de las acciones se dirigieron contra la contaminación tóxica. Los principales objetivos de estas campañas fueron las plantas de producción química, que vierten dióxido de titanio a los ríos y mares. Las acciones empezaron en marzo de 1983 con el empalme, realizado por submarinistas del Cederla, de un tubo al extremo de una conducción de desagüe utilizada por una empresa llamada Tioxide para verter 800.000 toneladas de residuos al año en el estuario del Humber, Inglaterra. El tubo hizo que el vertido se elevase en el aire formando una gigantesca fuente, llamando así la atención hacia el riesgo que representaba.

Se realizaron varias acciones seguidas contra tres empresas alemanas, propiedad de Kronos-Titan y Pigment Chemie, que en conjunto arrojaban más de un millón anual de toneladas de residuos de dióxido de titanio, ácido sulfúrico y metales pesados en el mar del Norte.

En agosto de 1983, cuatro submarinistas de Greenpeace y una flotilla de otras tantas Zodiacs que operaban desde el Sirius obligaron al barco vertedero Titan -formando una cadena humana ante la proa- a volver a puerto con toda su carga. La protesta fue tan eficaz, que el gobierno de la República Federal de Alemania invitó a representantes de Greenpeace a debatir el asunto.

Aproximadamente al mismo tiempo, una serie de acciones realizadas en Noruega retrasaron la instalación por parte de Titania, filial de Kronos-Titan, de una conducción para descargar residuos de dióxido de titanio en un paraje de gran belleza natural.

En septiembre, cuatro tripulantes del Cederla se encadenaron a los conductos de desagüe del barco basurero belga Falco, cargado de residuos químicos de la fábrica de dióxido de titanio que no tenía en Gante, donde vertía al año 300.000 toneladas de residuos en aguas de la costa holandesa.

Cuatro días más tarde, 12 voluntarios de Greenpeace tripulantes del Aleyka obturan los desagües de una planta de Gulf and Western que vertía 40 millones de litros diarios de residuos de dióxido de titanio en el río Delaware en Gloucester, Nueva Jersey.