Nuevas fronteras, 2da Parte

Nuevas fronteras, 2da Parte

Mientras avanzaban estas maquinaciones internacionales, Greenpeace lanzaba la segunda fase de la operación, durante la cual el Sirius trató de evitar al barco holandés Scheldebor el lanzamiento de una carga de 3.000 toneladas de residuos nucleares. Los botes neumáticos se mantuvieron en movimiento bajo las plataformas de vertido hasta que dos barriles alcanzaron a uno de ellos y lanzaron a su tripulación al agua. Los marineros del Scheldebor pidieron disculpas por el incidente e interrumpieron el vertido por ese día. Tras reponer combustible y vituallas en Brest, el Sirius volvió al vertedero. donde unió sus fuerzas con las del Cederla contra dos buques holandeses, el Maryke Smits y el Rehnborg.

«Cada barril pesaba entre 400 y 500 kg, y la grúa los cogía en grupos de dos, tres o cuatro a la vez y los lanzaba por la borda’ recuerda el miembro de Greenpeace Gijs Thieme. «Llevábamos las lanchas bajo el pasamanos y tratábamos de mirar al marinero que estaba lanzando los barriles; simplemente mirarle a la cara y sostener la mirada para que no soltase la carga».

Pero los lanzadores no siempre se contenían y, como el propio Thieme descubrió, a veces era demasiado tarde para apartarse. Mientras maniobraba bajo la plataforma, dos barriles cayeron volando por el costado y alcanzaron su lancha por la proa. La embarcación desapareció bajo las olas, hundida por el peso de los barriles, y a continuación salió disparada hacia la superficie, pero sin Thieme, a quien sacaron del agua medio inconsciente.

Desde el Sirius había contemplado la escena horrorizado el holandés Hans Guyt. «Envié enseguida telex a la empresa, a la prensa y al ministerio del medio ambiente pidiendo la retirada inmediata de ese barco antes de que mataran a alguien. Los demás tripulantes estaban realmente airados y alterados, y decidimos detenerlos de una vez por todas.

«Gis y algunos periodistas subieron en una gran lancha neumática y se dirigieron al barco. Todos los tripulantes acudieron a cubierta a contemplar a este chaval que aún estaba vivol Mientras tanto, otra lancha se acercó por el lado de babor con una escalera improvisada, y nuestra gente trepó a bordo y ocupó las grúas de lanzamiento del barco, a las que se encadenó durante

48 horas»

Los tres activistas —el norteamericano Russell Wray, el alemán Harald Zindler y el español Modesto Zola— impidieron al Rehnborg continuar con el vertido. Durante 36 horas, el barco navegó al azar a toda máquina perseguido por los botes de Greenpeace. El capitán arrestó a los activistas siguiendo órdenes del ministerio de justicia de los Países Bajos, pero más tarde fueron puestos en libertad y se les levantaron todos los cargos.

Estas acciones, coordinadas con otras protestas realizadas en muchos países europeos, llevaron al gobierno holandés a anunciar, el 22 de septiembre, su intención de interrumpir el vertido en el mar de residuos nucleares y de investigar otros métodos para deshacerse de ellos en tierra.